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Entendiendo al “compromiso” como “capacidad humana que se formula en un rasgo de libertad, el cual se expresa en el poder de la elección”, este primer acercamiento al concepto de SOSTENER se refiere, en primera instancia, a un espacio de libre voluntad del individuo para definir su horizonte, aquello a dónde quiere llegar o aquello que quiere obtener.
Es en este punto que resulta particularmente importante reconocer que los “compromisos” son absolutamente individuales y que nacen desde una elección personal. No “se heredan” ni “se transmiten” de un individuo a otro. En estos últimos casos podemos hablar más acertadamente de “mandatos” (sociales, familiares, etc.), o quizás de la aceptación de un pedido u orden. La diferencia reside en que éstos últimos no le son propios a quien intente SOSTENERLOS. Por lo tanto la voluntad para sobreponerse a los diversos obstáculos que se presenten no será la misma que si el individuo entiende el fin último de lo que hace desde sí mismo, en lugar de hacer lo que “deba” desde un tercero.
Sostener se refiere, en primera instancia, a un espacio de libre voluntad del individuo para definir su horizonte
Incluso sucede que ante una misma tarea realizada por dos o más personas se evidencien dos o más “compromisos” diferentes, por cuanto cada individuo vive la tarea desde su propia forma de interpretarla (en cuanto a los recursos que tiene, a su modelo mental para entenderla, a su flexibilidad para el aprendizaje de destrezas que permitan atravesarla, etc.). Y de la mano de estas diferencias surgen, casi inmediatamente, críticas, desencuentros, emocionalidades, que atentan contra el sostenimiento grupal.
Es muy común escuchar dentro de un equipo de trabajo la expresión: “esa persona no está comprometida”. Porque se la evalúa (juzga) desde el hacer, mientras que el compromiso se refiere al ser. Desde el ser de cada persona es que cada uno tendrá mayor o menor capacidad de SOSTENER aquello que esté viviendo. Por lo que en definitiva esa “falta de compromiso” aparente resulta ser una multiplicidad de compromisos que no terminan de alinearse entre sí.
Desde el ser de cada persona es que cada uno tendrá mayor o menor capacidad de sostener aquello que esté viviendo
Y así como se evalúa a un tercero, el mismo individuo puede someterse a su propia revisión. Es aquí donde pueden surgir cuestionamientos que le permitan reconocer si aquello que se propone SOSTENER le es propio o no, si lo elige o si simplemente pone lo mejor de sí para alinearse a objetivos ajenos. Si de su propia interpelación resulta que lo que persigue es lo que elige (con plena conciencia y libertad) se vuelve fundamental comprender la profundidad o la grandeza de aquello, que lo tracciona desde su futuro elegido para accionar en el presente. El lenguaje tiene acá predominio absoluto, desde el lugar que le dé el individuo a las conversaciones que tenga sobre las circunstancias que rodean a su objetivo.
Un claro ejemplo de esto puede ser la susceptibilidad (o no) a “la moda”. Hay quienes se adaptan a los requisitos estéticos temporales/sociales, mientras hay quienes lo que SOSTIENEN es su propia imagen y/o comodidad. Nuevamente, la elección supera los cuestionamientos del entorno del individuo, lo que lo independiza de miradas centradas en una dimensión distinta a la reconocida por él. En términos más simples, vale decir que quien SOSTIENE su propia comodidad, resulta inmutable a planteos que descalifiquen lo que puede ser visto como un “desajuste” respecto de convenciones estéticas.
Se vuelve fundamental comprender la profundidad o la grandeza de aquello, que lo tracciona desde su futuro elegido para accionar en el presente
Por otro lado, cuando el individuo declara su “misión”, conocida como “el sentido o razón de ser de esa persona” se revela que la misma no es su nombre, ni su profesión (por ejemplo)... Un individuo es aquello que elige ser de cara al mundo que elige diseñar. Esto responde a la pregunta “¿Quién es (el individuo) en el mundo?”, entendiendo también que “el mundo” no es algo fuera del individuo, sino que es la construcción lingüística que éste hace de su entorno, desde su capacidad de observarlo y conversar con lo que lo rodea.
Declarar de manera poderosa (reconociendo que el poder no está en lo que se emite, sino en el efecto que provoca en quién lo recepciona) la “misión” al mundo abre puertas, genera conversaciones, convoca y alinea otros compromisos, de modo que aquello que el individuo elige SOSTENER resulta posible, de un modo que hubiera parecido impensado previo a la declaración.
Un individuo es aquello que elige ser de cara al mundo que elige diseñar
Pero sin tener en claro un resultado esperable, podría ser desafiante SOSTENER un curso de acción. Cualquier circunstancia puede resultar en un desvío que lleva al individuo a reconocerse en un lugar no deseado, con el paso del tiempo. Surge entonces la necesidad de visualizar el “¿para qué?” de la elección hecha. A esto se lo denomina “visión”, y se lo entiende como “el compromiso con un logro que se visualiza y se declara antes que suceda. Una gran meta y un conjunto de resultados que, de producirse, harán posible un futuro diferente”.
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Es aquí donde el lenguaje se reconoce finalmente como de carácter generativo, por cuanto al declarar una visión se abre la posibilidad de accionar, no sobre lo que se ve, sino sobre lo que se quiere ver a futuro. Y dada una visión desafiante de futuro, el individuo se auto-excluye de la “recursividad humana”, entendida como “aquella manera de ser y hacer (en un determinado dominio de la vida) que genera ausencia de resultados o incongruencia con los resultados que decimos que queremos alcanzar”. Al querer alcanzar un resultado distinto se termina accionando de manera diferente, lo que rompe con la inercia original del devenir.
Vale decir entonces que declarando el individuo su “compromiso”, “misión” y “visión” de forma clara, consciente y libre, se allana el camino y se simplifica el SOSTENER del proceso elegido.
Esto sin perder de vista que el SOSTENER implica muchas veces un “esfuerzo”, en lugar de un “sacrificio”, dado que la diferencia entre ambos conceptos reside en el foco de la demanda generada. El “esfuerzo” es la demanda para atravesar una dificultad, con foco en alcanzar el objetivo elegido, mientras que el “sacrificio” es la misma demanda con foco en la dificultad en sí y no en el objetivo.
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